Existe una culpa que todos reconocemos y que nos acompaña muchas veces en el camino a modo de GPS. Es una culpa superficial que funciona como un detector de “acciones correctas” y que te avisa de las consecuencias de tus palabras y de tus actos. Tomas decisiones y te relacionas con los demás. Una decisión incorrecta, con la que tu ser interno no está de acuerdo dispara las alarmas. Te sientes mal y los demás te devuelven este sentimiento. Valoras, reflexionas…y quizás decides pronunciar un lo siento, aprender del error cometido y dejar marchar esa culpa. En tu GPS pone ahora “recalculando”, está buscando una nueva ruta, una nueva manera de hacer o de decir que sea más sana para todos.
Pero hay otro tipo de culpa. Esta es más desconocida porque se quedó bien guardada en el “baúl de los recuerdos” con el que llegamos a esta vida. Ese baúl es grande y está escondido en el Gran Jardín del Inconsciente. Está lleno de impresiones, imágenes, programas, frases y experiencias ya vividas en otro espacio y en otro tiempo. Es el baúl que contiene la memoria de nuestro árbol familiar.
¿Te has sentido alguna vez mal sin saber muy bien por qué? ¿Haces cosas que no quieres hacer y no sabes por qué no puedes dejar de hacerlas? ¿Se repite una misma situación en tu vida, que parece siempre la misma, pero con diferentes caras y disfraces? ¿A veces tienes la sensación de estar viviendo un continuo “día de la marmota”?
Pues si es así puede que en tu “baúl de los recuerdos” haya quedado un asunto familiar por resolver. Repetir modelos para ser leal al clan familiar es una manera de intentar “reparar” algo que se rompió. Seguramente estás siendo “empático” o te estás identificando con algún familiar que se “lio”. Su historia generó un nudo. Y a lo mejor tu eres, sin saberlo, el encargado de deshacer ese embrollo.
¡Genial! Quizás te estés preguntando, rascandote la cabeza, ¿cuándo diablos firmé yo ese contrato? ¿En qué estaba pensando ese día mientras estampaba mi firma en ese documento? Personalmente creo que efectivamente “firmamos acuerdos” antes de llegar aquí, en cierto modo establecemos un plan de desarrollo, como un plan de estudios para aprender lo que nos toca por evolución. Y la familia tiene mucho que ver en ese guion. Son los personajes secundarios de la película de tu vida que se ponen al servicio de tu aprendizaje. Los que estuvieron antes te ceden el “testigo” y tú lo aceptas sin saber que lo estás haciendo.
Tu árbol familiar, tu baúl de los recuerdos…
El árbol familiar es un sistema al que todos los miembros tienen derecho a pertenecer y en el que se crea un entramado invisible de vínculos, mandatos y lealtades. El amor fluye a través de este entramado como la savia circula por el tronco, las ramas y las hojas de un árbol. Pero también circula ese “baúl de los recuerdos”, que pasa de generación en generación, en donde se quedan guardadas las historias truncadas y los asuntos por resolver. También se quedan las personas de la familia que han sido excluidas o que han fallecido y el dolor por la pérdida las ha hecho de alguna manera invisibles. Entonces la red se resiente y detecta el nudo o el vacío y se pone en marcha un mecanismo homeostático de compensación. ¿De qué manera?
Te pongo dos ejemplos. Los casos de Marco y Clara.
Marco no consigue una pareja estable. Cuando llega el noveno mes desde que empezó a salir con una mujer siempre se acaba la historia. Estudiando su árbol familiar detecta que su abuelo, con el cual guarda un gran parecido físico, perdió a su abuela en el parto de su padre, a los nueve meses de haberse casado. Su abuelo nunca superó la pérdida. En el “baúl” de Marco hay probablemente un programa de alerta: “me separo a los nueve meses antes de que “me abandone” ella y tenga que sufrir su pérdida toda mi vida, como hizo mi abuelo”. Es una forma de identificarse con el dolor del abuelo. “Abuelo, yo evitaré el dolor por ti”
Clara tiene siempre dificultades económicas. En su trabajo gana poco y no se siente valorada. Le gustaría trabajar como autónoma en el campo de la artesanía, pero no se atreve a dar el paso. Mirando su árbol familiar se da cuenta que la única mujer de su familia, una tía que se dedicó al arte a través de la pintura, fue apartada de la familia y tachada de “oveja negra”. Se da cuenta de que lleva su mismo nombre. Parece que Clara, a través de su nombre y de su dificultad, está llevando la culpabilidad de su tía por no haber seguido el mandato familiar: “si quieres pertenecer a esta familia tienes que tener un trabajo “serio”. Y Clara, inconscientemente, no se quiere mover para no ser excluida del clan. Porque la vida fuera del clan puede ser muy dura.
Estos dos ejemplos nos muestran como lo inconcluso queda anclado en la memoria familiar, en ese “baúl de los recuerdos”, como una tarea pendiente. ¿De qué manera nos afecta en nuestras vidas? Siguiendo el destino de un antepasado sin saberlo y expiando la culpa a través de nuestra forma de vivir, como las relaciones fallidas (caso de Marco) o a través de las dificultades para elegir tu verdadera profesión (caso de Clara).
Así pues, parece que “sin comerlo ni beberlo” nos transformamos en herederos inconscientes de los embrollos de nuestros padres y lo que es peor, de abuelos, bisabuelas o tíos perdidos por las ramas de nuestro árbol familiar. Y tú dirás, ¡pero si ni siquiera los conozco!
¿Puedes deshacer estos embrollos sin morir en el intento?
Llegados a este punto me gustaría contarte mi propia experiencia. Mi relación con el dinero siempre ha sido de culpabilidad. Cuando recibía dinero por mi trabajo o me llegaba por alguna otra vía pensaba inmediatamente que era demasiado para mí: “con la de personas que hay en el mundo que no tienen para comer”. Y siempre ocurría que cuando me sentía así aparecía alguien por la calle que me pedía dinero para comer o alguna persona de mi entorno me “resaltaba” que necesitaba dinero o que no llegaba a final de mes. Y yo me sentía fatal.
Trabajando la línea paterna de mi árbol supe que mi abuela Julia y sus seis hermanos se habían quedado huérfanos cuando todos eran muy pequeños. El negocio familiar era una panadería que cuando fallecieron los padres se quedó un tío, dejando a siete niños “sin pan”. Una punzada en la boca del estómago me indicó la resonancia de esta historia en mí. Me di cuenta que toda mi vida había estado intentando reparar esa herida de hambre y supervivencia asumiendo yo la culpa inconsciente.
Darme cuenta de las raíces de mi problema y desenterrarlas me permitió aligerar ese peso que llevaba sin saber. Sigo siendo muy sensible a las necesidades básicas no atendidas de las personas, pero ahora sé que la culpa no es mía. No puedo alimentar el hambre del mundo como tampoco puedo seguir “alimentando” a esos niños de mi familia que se quedaron sin sustento haciéndome cargo de las necesidades económicas de los demás. Mi relación con el dinero ha mejorado mucho. Me permito más recibir y agradezco todo lo que me llega. Y al mismo tiempo también puedo compartir una parte de mis ingresos con los que no tienen. Sin culpa. Para que fluya el dar y el recibir.
¿Cómo funcionó el cambio para mí? Me sirvió rescatar la historia de mi abuela Julia del “baúl de los recuerdos no recordados” y darle su lugar en mi árbol. De alguna manera reconocí ese hueco, lo “rellene” y lo acepté como parte de mi historia familiar. Le di a mi abuela y a sus hermanos un lugar en mi corazón. Y ahora veo que esos niños salieron adelante. Mi abuela Julia salió adelante. Su historia de pérdida y de dificultad para “obtener” el pan hizo fuerte esa rama del árbol. Pudo nacer mi padre. Pude nacer yo. Gracias abuela Julia.
“Mi felicidad es plena cuando todos los que forman parte de mi familia tienen un lugar en mi corazón”
Bert Hellinger
¿Hay alguien que falta en tu corazón?
Si algo de lo que te he contado aquí te ha resonado quizás te haya “picado el gusanillo” y te apetezca empezar a explorar tu árbol familiar. Es un viaje. Estos primeros pasos que te propongo te ayudaran a identificar si hay alguien que falta en tu corazón y a empezar a darle su lugar y completar tu árbol.
Te invito a seguir esta visualización:
PASO 1. Cierra los ojos. Respira profundamente. Siente tu cuerpo. ¿Hay alguna parte que te llame la atención? ¿Te duele algo? Sigue respirando. ¿Puedes localizar alguna incomodidad? ¿Surge alguna emoción? Simplemente te quedas en esa zona de tu cuerpo de incomodidad o de dolor y sigues respirando.
PASO 2. Ahora visualizas a las personas de tu familia. Papá, mamá, abuelos y abuelas, tíos, primos. Tómate tu tiempo dejando que surjan las imágenes. ¿Sientes que falta alguien? ¿Hacia qué persona se dirige la mirada de tu incomodidad o dolor? ¿Hacia cual persona excluida u olvidada? ¿A qué persona tal vez tratada injustamente?
PASO 3. Al cabo de un rato lo sabes o lo intuyes. Miras a esa persona desde tu incomodidad o dolor. Le dices: “Ahora te veo” “Ahora te respeto” “Ahora te doy un lugar en mi corazón”
PASO 4. ¿Cómo estás entonces? ¿Cómo está tu incomodidad o dolor? Es muy posible que sientas cierto alivio e incluso que haya desaparecido tu incomodidad o dolor.
Y es posible que se haya abierto una ventana en ti, la ventana que mira hacia los que te precedieron en el camino de tu vida, a los que con sus vidas fueron ahondando las raíces del árbol familiar al que perteneces y conformando tu “baúl de los recuerdos”. Lleno de nudos, quizás, pero también de fuerza y amor que nutre a todos sus miembros. Y que te nutre a ti.
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